Harvey tenía un año y una sonrisa preciosa.
Harvey tenía dos años y un don.
Harvey tenía tres años y monstruos.
Harvey tenía cuatro años y... ¿mamá, mamá, dónde estás?
Harvey tenía cinco años y ya iba sola al colegio.
Harvey tenía seis años y las marcas de siete botellas.
Harvey tenía siete años y un grupo de amigos.
Harvey tenía ocho años y le gustaba Marshall.
Harvey tenía nueve años y conocía más insultos que una persona con cincuenta.
Harvey tenía diez años y la pólvora, el odio.
Harvey tenía once años y demasiadas lágrimas derramadas.
Harvey tenía doce años y muchos abusos.
Harvey tenía trece años y acababa de meterse su primera -y última- raya.
Harvey tenía catorce años y gasolina, un mechero y muchos cojones para volar su casa por los aires. BOOM!
Harvey tenía quince años y se disfrazaba de tío para poder correr.
Harvey tenía dieciséis años y era puta.
Harvey tenía diecisiete años y aún tenía Day. Pero era incapaz de protegerla.
Harvey tenía dieciocho años y seguía siendo zurda.
Harvey tenía diecinueve años y ... ¿ahora qué?
¿Harvey tendría veinte años...?
¿Qué más daba? Una casa siempre se empieza a construir por el tejado. Una historia puede escribirse desde sus ruinas. Al fin y al cabo Harvey era la pequeña Puños, y Puños siempre podía con todo. Hasta con ella misma.